Me ha llamado la atención un post publicado hoy en el blog Inside / Out (MoMA - PS1) acerca del célebre Christina's World, de Andrew Wyeth, que podéis ver bajo estas líneas.
Nunca he tenido especial interés por Wyeth (no he tenido interés alguno, de hecho) pero me ha sorprendido sobremanera el que su obra haya tenido una influencia decisiva en un movimiento surgido en China en los años setenta, la "Pintura contemplativa", que, a grandes rasgos, pretendía renovar el agotado discurso del Realismo Socialista.
Por aquel entonces, el régimen chino comenzaba su (tímida) apertura y esto hacía posible el acceso a documentación procedente de Occidente. De entre todo lo que los autores de la época pudieron ver, lo que más captó su atención fue una obra realizada en 1948 por un artista que, adorado por el público americano, alcanzó el status de celebrity, granjeándose a un tiempo la indiferencia de la crítica y una desorbitada cotización en las casas de subastas. Cabe recordar que fue coetáneo de Pollock, encarnación del auge de la escena artística estadounidense y apoteosis del formalismo, su genuina antítesis.
Nada de esto es casual, claro, pero no por ello deja de resultar paradójico.
No hay una historia, sino muchas, tantas como contextos de interpretación. Lo que para algunos resulta alienante para otros constituye la fuente misma de la libertad; lo que en una sociedad apela al pasado y al conservadurismo en otra dibuja un horizonte de progreso. Y en el nuevo escenario global, profundamente interconectado, parece que la Historia será reemplazada por una suma de (micro)historias, maleables, parciales y en contradicción. Los conflictos deberán imponerse a las certezas y la interpretación de los contextos al contexto de las interpretaciones... Cualquier otra ecuación será problemática.
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