martes, 16 de noviembre de 2010

Precio y valor de las obras de arte

Una de las preguntas que la gente suele hacer en una galería de arte es aparentemente sencilla: ¿cómo se calcula el precio de una obra?

Lo curioso es que el tema tiene más miga de lo que parece. Cuando se habla de una pieza antigua, casi todo el mundo se imagina a un tasador determinando la época, el estilo, la importancia del autor en un contexto concreto... Pero el arte contemporáneo es diferente: desaparece la distancia temporal y aumenta el componente especulativo, especialmente en el caso de los artistas no consagrados, alejados de las casas de subastas que, en cierto modo, establecen la oferta y la demanda.

Hay galerías que utilizan un sistema de coeficientes, asignando un valor de referencia a cada autor por su currículum y calculando el precio de las diferentes obras, de un modo absolutamente racional y sistemático, en función de sus medidas; otras, por su parte, optan por criterios comparativos más flexibles. Independientemente del método empleado, lo importante es que se define casi siempre una relación directa entre precio y dimensiones.

La vinculación parece lógica, y nadie puede cuestionar su utilidad a la hora de definir una política de precios coherente y comprensible desde un punto de vista mercantil. Sin embargo, en mi opinión, desprende un innegable aroma a supermercado: ¿a cuánto va el kg. de ternera? o, dicho de otro modo, ¿a cuánto va el 100 x 100 cm. de fulanito?

Desde un punto de vista artístico -no comercial, recalco- resulta absurdo pensar que una obra es mejor que otra por la simple razón de que es más grande. En el caso de la fotografía la cosa adquiere tintes absurdos: si revelas una imagen a 50 x 50 cm., la valoras, pongamos, en 1.500 euros; pero si revelas esa misma imagen, sin variación alguna, a 100 x 100 cm., su precio asciende a 3.000 euros. Me recuerda demasiado a la multiplicación de los panes y los peces...

Lo del vídeo-arte es aun más curioso. Si nunca has hecho vídeo antes, no importa, te guías por los precios de un artista que, dedicándose al tema, tenga un currículum similar al tuyo y lo tomas como referencia. Puede que sea tu primer acercamiento al formato -y de paso un absoluto desastre-, pero pides 3.000 euros y te quedas tan ancho. No serás Godard, pero mientras sus películas se editan masivamente en DVD, las tuyas son "edición de cinco". Considerando que todo el mundo podrá descargar lo que hayas filmado una vez que alguien lo ponga en circulación en la red, al final tendrás a cinco coleccionistas pagando única y exclusivamente por un papel que reconoce aquello que poseen como original. La cuestión es: ¿a qué se refiere exactamente el certificado de autenticidad? ¿Al contenido del DVD? ¿Al disco en sí mismo? Resulta tan irracional, tan fetichista, pretender preservar la unicidad de la obra en este contexto...

Por si esto fuera poco, en ocasiones emerge un factor desconcertante: el coste de producción. Puede que vendas tus fotografías o vídeos a 3.000 euros, pero ¿qué pasa si un día te levantas excéntrico y sientes la necesidad de gastarte medio millón en la producción de tu próxima obra? En caso de que así sea, y suponiendo que encuentres financiación, no importará que te abandone la inspiración y presentes la pieza más vergonzosa jamás creada, ya que verás totalmente razonable y justificado pedir, al menos, 200.000 euros por cada una de las cinco copias (por aquello de recuperar la inversión, se entiende) aunque sean de todo punto infumables.

Lo peor de todo es que la gente asume con tanta naturalidad estas prácticas que a veces me pregunto si soy yo el problema, el que piensa "raro". Es entonces cuando recuerdo que es una práctica (relativamente) extendida la "edición" y comercialización de performances, como si fuesen grabados, y respiro aliviado.

2 comentarios:

  1. En el caso de la fotografía, me planteo una cuestión, a la hora de hacer una exposición de X artista, le pagas la producción de su obra, pongamos un artista americano, que te sale más económico producirla aquí que transportarla, pero después a parte has de sumar sus honorarios como artista y devolverle la fotografía, cuando, ejem...'la has pagado', sí, de acuerdo, no has pagado 'su creación' pero sí 'su producción'... tú qué opinas de esto?

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  2. Es que depende... Todo depende del acuerdo al que llegues. Generalmente, si es un artista de renombre, te impone él las condiciones, en plan: "vale, cuenta con mis obras pero pagas tú la producción, me das un XX% del precio en caso de venta y, si no las vendes, me las entregas". Lo tomas o lo dejas, no hay elección. Otros artistas, pese a estar ampliamente reconocidos, son más flexibles...

    Luego están las galerías que imponen condiciones draconianas a artistas jóvenes. Es la otra cara de la moneda: si quieres exponer y aún no tienes nombre, tragas lo que te echen.

    También hay galerías que pagan honorarios, pero no es lo habitual... Eso es más frecuente (no mucho más frecuente, dicho sea de paso) en el caso de las instituciones, porque organizan muestras no comerciales. En la galería, el objetivo de la exposición es vender, por lo que se supone que el artista cobrará en función de las ventas... Piensa que la galería se gasta un dinero importante en promoción, asistencia a ferias, etc.

    Hay ciertas reglas más o menos aceptadas, pero no hay un consenso absoluto. Una asociación de artistas defiende un reparto 60% - 40% en caso de que no se pague producción mientras otra aboga por un 50% - 50% independientemente de esto... Por eso al final cada caso es diferente y depende de una negociación concreta. Como en cualquier otra relación comercial, "proveedor" y "comerciante" acuerdan las condiciones que estiman oportuno.

    En el caso que planteas, tú le pagas los honorarios por el tiempo que ha trabajado en el proyecto, independientemente de cuánto cueste su producción, que es otro tema. Si el artista dedica 6 meses a producir una obra, es lógico que sea retribuido... aunque si se queda con las piezas después de la exposición y las acaba vendiendo en su galería recibe una doble retribución por un único trabajo... No sería descabellado imponer la devolución de los costes de producción en caso de posterior venta...

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