Muchos han relativizado el incidente aludiendo a la escasa utilidad de una moción de estas características. Pero no se trata de una cuestión pragmática; el verdadero problema radica en el desprecio senatorial y en la genuina ignorancia que todo este proceso ha denotado.
La falta de formación y la necedad de gran parte de la clase política es tal que ha llegado el momento de que nos avergoncemos. De que nos avergoncemos, sí, nosotros, los que hemos consentido que la mediocridad, la desidia, la falta de escrúpulos y el analfabetismo funcional se perpetúen en el poder.
Y lo peor no es nuestra pasiva complicidad, sino el derrotismo que se percibe en gran parte de las opiniones. Se podría pensar que estamos sentenciados a padecer las mismas miserias hasta el final de los tiempos: "el sistema está podrido", "hay demasiados intereses en juego", "tenemos mucho que perder y poco que ganar"... Escuchando algunos comentarios, nadie imaginaría lo que ha costado alcanzar ciertos derechos; parece que el estado de bienestar nos ha condenado a la indolencia y al olvido.
El debate sobre la neutralidad de la red es ineludible, como lo es el del tratado ACTA. Hay demasiadas cosas en juego, comenzando por el propio Estado de derecho (se dice pronto), lentamente erosionado. Nos quejamos del país que hemos recibido, pero no hacemos nada por cambiarlo. Y no hablo de grandes revoluciones, sino de voluntad, de sentido común, de trabajo. Las formaciones políticas no nos representan, el sistema, tal y como funciona ahora mismo, es una humillante carga; las listas cerradas, una estafa; y el bipartidismo, un cáncer que nos afanamos en alimentar. ¿Cómo se puede sostener, todavía hoy, esta farsa? ¿Cómo es posible que nos sigan vendiendo un enfrentamiento ideológico en donde solo hay espectáculo, en sentido plenamente debordiano? Puestos a que siempre gobiernen los mismos, sería mejor que decretásemos una alternancia periódica, por aquello de ahorrar gastos, retórica y decepciones.
No, definitivamente esta dicotomía no forma parte de nuestro ADN. Me atrevería a decir que cualquier otra vía, sin excepción alguna, resultaría, a día de hoy, más productiva. Esta misma idea la ha expresado Carlos Sánchez Almeida de una manera más clara: "es posible que nuestro voto se pierda, pero nunca será inútil: lo único inútil es votar a los de siempre".
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Apología y petición.
Jaime Gil de Biedma
¿Y qué decir de nuestra madre España,
este país de todos los demonios
en donde el mal gobierno, la pobreza
no son, sin más, pobreza y mal gobierno,
sino un estado místico del hombre,
la absolución final de nuestra historia?
De todas las historias de la Historia
la más triste sin duda es la de España
porque termina mal. Como si el hombre,
harto ya de luchar con sus demonios,
decidiese encargarles el gobierno
y la administración de su pobreza.
Nuestra famosa inmemorial pobreza
cuyo origen se pierde en las historias
que dicen que no es culpa del gobierno,
sino terrible maldición de España,
triste precio pagado a los demonios
con hambre y con trabajo de sus hombres.
A menudo he pensado en esos hombres,
a menudo he pensado en la pobreza
de este país de todos los demonios.
Y a menudo he pensado en otra historia
distinta y menos simple, en otra España
en donde sí que importa un mal gobierno.
Quiero creer que nuestro mal gobierno
es un vulgar negocio de los hombres
y no una metafísica, que España
puede y debe salir de la pobreza,
que es tiempo aún para cambiar su historia
antes que se la lleven los demonios.
Quiero creer que no hay tales demonios.
Son hombres los que pagan al gobierno,
los empresarios de la falsa historia.
Son ellos quienes han vendido al hombre,
los que le han vertido a la pobreza
y secuestrado la salud de España.
Pido que España expulse a esos demonios.
Que la pobreza suba hasta el gobierno.
Que sea el hombre el dueño de su historia.
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