Sin demasiadas pretensiones, aquí van algunas reflexiones acerca de lo que ha ocurrido durante los últimos días con el cablegate:
1. Resulta increíble que haya gente que cuestione la publicación de las filtraciones desde un punto de vista "ético". Estamos hablando de crímenes de guerra, prevaricación, vulneración de los derechos humanos... Lo inmoral sería ocultar y consentir tanta mezquindad.
2. Muchos han querido ver en los logros de Wikileaks la confirmación de la incapacidad de los "medios tradicionales" para publicar algo que no sea propaganda. Creo que es un error de perspectiva. El problema de los medios de comunicación no es su incapacidad, sino su voluntad. O te dedicas a informar o te decantas por hacer caja; por lo general, no es factible conciliar estos dos propósitos cuando hablamos de grandes corporaciones cuyo negocio depende, en cierto modo, de su habilidad a la hora de cobijar al poder político.
3. En relación con lo anterior, surge una pregunta que, en palabras de Javier Moreno, "roza la metafísica": ¿son periodismo las filtraciones de Wikileaks? Lo importante no es entender este proceso en función de una determinada -e interesada- noción del periodismo, sino comprender algo que barruntamos desde hace tiempo: que éste debe adaptarse a un nuevo escenario en el que el tratamiento de la información se descentraliza y permeabiliza. Hablamos de mainstream media y grassroots media como formas de comunicación complementarias, no excluyentes. Puede que los grandes medios sean reacios a sacar a la luz ciertas cuestiones pero, de momento, su poder de amplificación es indudable una vez que éstas se hacen públicas. Wikileaks, funcionando como plataforma, contribuye a fragmentar el proceso informativo; deberíamos aspirar a que la información se produjese y divulgase en redes distribuidas.
4. En cualquier caso, la gestión de los documentos filtrados revela una buena cantidad de viejos vicios massmediáticos. El orden de publicación de los cables es ciertamente cuestionable (a estas alturas, seguimos esperando por los referentes a la Ley Sinde con impaciencia), mientras que el tratamiento sensacionalista y circense de buena parte de los mismos produce vergüenza ajena. Algunas portadas han estado más cerca de Salsa Rosa que de cualquier otra cosa.
5. La ingenuidad que denotan ciertas reacciones ante las noticias reveladas es preocupante. Hay quien se escandaliza al conocer prácticas o conductas insultantemente habituales (¿se supone que deberían sorprendernos el espionaje internacional, la corrupción en las altas esferas del poder o la conexión entre la mafia y el gobierno rusos?) Sin embargo, Pepe Cervera tiene razón cuando afirma que no es lo mismo 'saber' que todos los políticos son corruptos o que todos los gobiernos mienten que tener la prueba fehaciente de ello. Lo preocupante, de nuevo, es el enfoque de los medios, que siguen publicando los diferentes "hallazgos" como si de casos aislados se tratase, cuando lo que ha quedado en evidencia es el funcionamiento del estado de derecho como tal. El que las pruebas de los delitos se estén recibiendo con cierta tranquilidad es un síntoma más de la maltrecha salud de las democracias occidentales y de la pasividad general de sus electores.
6. Parece obvio que esto es solo la punta del iceberg. Para la mayoría de gobiernos sería maravilloso que creyésemos que están siendo desvelados grandes secretos de estado cuando prácticamente no hemos visto nada... Lo importante ahora es luchar por preservar el escenario en que ha sido posible, al menos, abrir una fisura en los complejos mecanismos de control y manipulación de los aparatos gubernamentales. Creo que, en lo que a Wikileaks se refiere, la forma es incluso más importante que el fondo.
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