lunes, 30 de mayo de 2011

Catálogos digitales, o la dificultad de adaptación al medio de las instituciones artísticas

Hace algunas semanas, el Museo del Prado anunció la publicación del catálogo de su última exposición, No sólo Goya, una muestra organizada en torno a las estampas, dibujos y fotografías adquiridas por la entidad entre 1997 y 2010. Nada fuera de lo común salvo que, por primera vez, la dirección del centro optó por una edición exclusivamente digital descargable de forma gratuita, un "catálogo electrónico" en el que -según la web del museo- "se conjugan las virtudes formales del libro impreso tradicional con las nuevas posibilidades que ofrecen los formatos digitales". 

Los esfuerzos de las instituciones culturales por adaptarse al entorno digital son siempre bien recibidos. Sin embargo, utilizar una expresión tan amplia como las nuevas posibilidades que ofrecen los formatos digitales es un arma de doble filo: por un lado, funciona eficazmente como reclamo; pero, por otro, genera expectativas que rara vez se cumplen.

En el caso de esta publicación, lo que ocurrió fue que muchos visitamos la web del Prado pensando encontrar algo como esto o esto otro. Un portal específico, vaya, diseñado en función de los contenidos expositivos, con abundante material audiovisual y una estructura de navegación que permitiese un acceso fácil y rápido a cualquier bloque de información desde cualquier dispositivo. Lo que nos encontramos, por el contrario, fueron dos PDFs de 134 y 308 MB (versiones de visualización e impresión respectivamente). Es decir, un catálogo de papel digitalizado, con imágenes de alta calidad y enlaces... pero catálogo de papel al fin y al cabo.

Sin desmerecer el trabajo del museo -ingente, es obvio- algunos señalamos la diferencia entre crear contenidos digitales y digitalizar contenidos analógicos. La respuesta del Prado, desde su cuenta de Twitter, fue la que sigue:


La reproduzco íntegramente porque denota un punto de vista muy particular al respecto e invita a hacer ciertas reflexiones.

En primer lugar, y como es costumbre a nivel institucional, la argumentación responde a criterios cuantitativos, no cualitativos. El tema parece reducirse a una cuestión de almacenamiento: más imágenes, más texto, más resolución... Pero el problema no es el volumen de información sino su estructura y los modos en que podemos consultarla, modificarla y distribuirla. No tiene sentido aceptar como punto de partida las limitaciones inherentes al libro impreso cuando planteas el acceso a los contenidos desde la pantalla de un ordenador.

José Luis de Vicente lo explicó perfectamente hace unos días, criticando las publicaciones online del MACBA y el MNCARS antes de poner como modelo a Google y su Think Quarterly:


Este último tuit introduce, además, un aspecto fundamental: la noción de lo público.

Si volvemos a la respuesta del Prado a las críticas recibidas, comprobaremos que hace especial hincapié en el hecho de que la descarga de su catálogo sea gratuita. Esto es, tal vez, lo que más me sorprende, considerando que se trata de un museo que recibe una generosa financiación estatal y que recoge entre sus fines fomentar y garantizar el acceso del público a sus colecciones y facilitar su estudio a los investigadores. Impulsar el conocimiento y difusión de las obras y de la identidad del patrimonio histórico adscrito al Museo, favoreciendo el desarrollo de programas de educación y actividades de divulgación cultural.

Estamos tan acostumbrados a una concepción elitista y restrictiva de la cultura que nos llama la atención que una entidad pública, comprometida con la divulgación del patrimonio, ofrezca en descarga gratuita el resultado de su trabajo. Debería extrañarnos más que el MoMA, un museo privado, difunda en las mismas condiciones una parte importante de los contenidos que genera... Al menos si ignoramos que esa postura es beneficiosa incluso en términos económicos.

El problema que evidencian este tipo de reacciones es la dinámica onanista y de desconexión con el público en la que -en algún caso involuntariamente, me consta- están sumidas muchas instituciones culturales. Con frecuencia parecen olvidar que tienen un compromiso con la totalidad de la sociedad, y no sólo con ciertos círculos endogámicos o determinados criterios intelectuales. 

El catálogo de No sólo Goya tiene un valor enorme para un grupo restringido de investigadores; pero para los demás mortales es, me temo, poco práctico... E incluso para los primeros sería más recomendable si se hubiese optado por otro formato. 

La pena es que desde el museo se quiera ver una intención destructiva en esta crítica. La exigencia con que se evalúa el trabajo del Prado deja entrever su importancia, estableciendo puntos de referencia para un permanente (y recomendable) proceso de autocrítica.

Para abordar con garantías la publicación digital es imprescindible recurrir a formatos específicos que aprovechen (realmente) las cacareadas nuevas posibilidades del medio (algo, por cierto, tan ajeno a la lógica del papel como al empleo arbitrario de recursos técnicos en detrimento de la calidad de los contenidos). Sin embargo, lo más importante, sobre todo en el caso de un museo público, es adoptar estructuras y estándares que faciliten la localización, visualización y reutilización de información en diferentes soportes. No tiene sentido seguir discutiendo a propósito de la falta de versatilidad de un PDF cuando llevamos años hablando de conceptos como la web semántica o manejando herramientas tan útiles como la Open Platform de The Guardian.

No es una cuestión, por tanto, de escasez de recursos económicos o humanos, sino de actitud. Las instituciones artísticas deberían dejar de llorar los recortes presupuestarios para concentrar sus esfuerzos en aumentar su contribución al ecosistema cultural, en particular, y a la sociedad, en general. La mayoría producen mucha y muy buena información que termina siendo, en gran medida, desaprovechada... No se me ocurre una manera mejor de reivindicar su importancia que revertir la condición residual de esta información, ampliar la visibilidad de su actividad y generar nuevos flujos culturales.

7 comentarios:

  1. Totalmente de acuerdo con todo lo que planteas, sobre todo lo que comentas de la necesidad de la autocrítica y de cómo se desaprovecha la información que muchas veces se genera desde este tipo de instituciones. Sin embargo creo que todavía falta un largo recorrido hasta que se empiecen a crear contenidos digitales, diseñados específicamente para el medio en el que van a ser distribuidos. Además... por desgracia percibo que en el campo de las humanidades sobre todo hay cierto rechazo todavía a compartir y distribuir el conocimiento, incluso por parte de jóvenes investigadores y ese cambio de actitud que tú también planteas es lo más complicado de conseguir.

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  2. En mi opinión, me parece que estais confundiendo términos o conceptos. Hay que partir de la base que se trata de un catálogo solamente para especialistas y, por tanto, el formato es adecuado. Lo que también está claro, como bien decís, es que el formato no es adecuado para el gran público, y de ahí la poca interactividad y feedback que permite. Es evidente que para el gran público habría que pensar formatos diferentes. Pero conviene no confundir el catálogo de una exposición, que mayormente está siempre pensado para un público científico; con la web de esa misma exposición. Son dos cosas distintas. Teneis razón que para el gran público se tendría que haver pensado en una web que pusiera al alcance de personas no expertas los contenidos tratados en la exposición y el catálogo científico.

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  3. Gracias por los comentarios. Tengo la misma percepción que Montaña acerca de la actitud predominante en el ámbito de las humanidades en relación con este tema.

    En cuanto a la opinión anónima, siento discrepar pero no veo confusión alguna. El formato utilizado es inapropiado incluso para especialistas, aunque sólo sea porque (1) impone un modelo de lectura/acceso; (2) no permite enlazar ni redistribuir con facilidad páginas, imágenes o apartados concretos; (3) excluye la totalidad de su contenido de los resultados de los buscadores; (4) y, en consecuencia, dificulta el acceso a mucha información de utilidad a aquellos investigadores que no descarguen directamente el catálogo.

    Por todo ello, los especialistas se beneficiarían enormemente de un formato más flexible. Baste pensar en quienes no tengan un interés específico en la temática del catálogo pero puedan necesitar algunos de los datos que en él se recogen...

    Sintetizando: el volumen de datos que gestionamos cada día crece exponencialmente. En este contexto, los modos de catalogación y de acceso a la información son vitales, y el formato una cuestión fundamental.

    Dejamos para otro día la orientación de los catálogos hacia un público científico porque el tema tiene miga...

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  4. Adrián, estoy bastante de acuerdo con muchos de tus comentarios, pero creo que deberías tener en cuenta dos cuestiones:

    1. La realidad de los museos de arte (españoles e internacionales).
    2. La diferenciación de recursos de mediación.

    En cuanto a la realidad museística y su utilización de las TIC, el camino por recorrer es enorme. ENORME. Los museos tienen serías dificultades para relacionarse de forma provechosa con sus usuarios no virtuales, imagínate lo que pasa con los internautas. Entiendo el proyecto del Prado como un pequeño paso, pero importante. Y creéme, en el mundillo de los museos los pasos son siempre cortos y lentos. Sobre todo aquí en España (el mundo anglosajón y Francia es otro cantar). Parafraseándote, todavía se está en una fase inicial, en la que se digitalizan contenidos analógicos, pero ya llegará el momento en que se crearán contenidos específicamente pensados para el ecosistema digital, capaces de sacarle el jugo a la comunicación digital.

    Enlazas proyectos de exposiciones virtuales del MoMA, haciendo una comparativa un poco perversa. Como recursos de mediación cultural no tienen nada que ver con el e-catálogo. Por supuesto, son cosas muy diferentes. Como lo es la exposición temporal y su correspondiente catálogo en papel (algo así como el hijo de la expo).

    Para que veas mi espíritu constructivo, te "regalo" dos exposiciones virtuales realmente interesantes: Monet2010 de la Réunion des musées nationaux y Bacon de la Tate Britain. Ei, si quieres algo más cercano, el Museu Episcopal de Vic es de los pocos museos de arte que también dispone de un proyecto de exposiciones virtuales.

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  5. Gracias por tu aportación, Santi. Tienes razón: la comparativa que establezco con las exposiciones virtuales del MoMA no es del todo justa.
    Sin embargo, las he enlazado porque ilustran muy bien las ventajas de optar por formatos "específicos" a la hora de divulgar contenidos en la red. Piensa que lo más valioso del site del MoMA dedicado al Expresionismo alemán es el hecho de que nos permite acceder a la información a través de diferentes criterios (artista, técnica, ubicación geográfica...) El problema del catálogo de "No sólo Goya" es haber desatendido este apartado, es decir, no haber tenido en cuenta su forma de distribución.

    En cuanto a la realidad museística de nuestro país, soy plenamente consciente de lo que comentas. De hecho, creo que ante la situación que describes es nuestra obligación ser críticos y exigir. Es absurdo que sigamos enterrando cientos de millones de euros en nuevos centros y museos (a menudo contenedores sin contenido) cuando los que ya existen tienen deficiencias notorias (empezando, como acertadamente indicas, por la relación con el visitante).

    En mi opinión, en el mundillo de los museos los pasos son cortos y lentos porque casi nadie intenta que sean largos y rápidos. Me niego a asumir que "las cosan son así" indefectiblemente. Creo que hay recursos humanos y económicos suficientes para que sean de otra forma, pero hace falta querer, y que los ciudadanos exijamos a nuestras instituciones. No se trata de pedir imposibles, ni mucho menos.

    Me voy a trastear con la web de la Tate para la expo de Bacon, que no la conocía ;-P

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  6. Adrián, trastea con la exposición virtual de Bacon, para mí es de lo mejorcito que se ha hecho últimamente. Por cierto, ya me dirás que opinas sobre ella (me interesa mucho conocer tu opinión). Mira, esa misma exposición de Francis Bacon estuvo en el Prado y en el Metropolitan de NY. LA MISMA. Y mientras la Tate ofrecía un recurso online bien interesante, los otros dos museos quedaban en evidencia. Sólo basta con mirar el histórico de sus web para comprobarlo.
    Yo también me niego a aceptar el inmovilismo de nuestros museos. Pero después de algunos años de relacionarme con ellos, me he dado cuenta que la mejor opción (si quieres demasiado pragmática) es ir picando piedra poco a poco.
    A lo de ser críticos, por supuesto, sólo faltaría que no pudiesemos serlo. Sobre todo cuando la crítica es fundamentada y con espíritu de que las cosas mejoren.
    Un saludo.

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  7. Me gusta, no tanto por el "interactive tour" -que es muy atractivo visualmente pero que tiene limitaciones obvias- como por la posibilidad de acceder a los mismos contenidos a través del índice de la sección "Explore" y del archivo de la BBC.

    Con todo, hay que tener en cuenta que el volumen de información que maneja es bastante escaso. Se puede dar un paso más, a mi modo de ver, dejando de plantear la exposición como un fin y comenzando a verla como un medio, un detonante para que el visitante (físico o virtual) elabore su propio itinerario en relación con el tema de la muestra. Y esto pasa por seleccionar e introducir en el discurso (que ha de ser simultáneamente base de datos) un buen número de referencias externas.

    Paradójicamente, en el catálogo de "No sólo Goya" los enlaces son buenos y abundantes... pero es la interfaz la que no funciona.

    Mantengo como referencia el trabajo del MoMA con su colección de Expresionismo alemán. Claro que, en su caso, la cantidad de contenidos que poseen/producen es tanta que apenas necesitan enlaces externos...

    Por lo demás, muy elocuente tu comentario sobre cómo divulgan una misma exposición diferentes museos. Como bien dices, queda mucho por hacer...

    Un saludo.

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